domingo, 16 de enero de 2011

Fin del régimen de Ben Ali

Tras 23 años en el poder, el ya ex presidente de la república de Túnez,  Zine el Abidine Ben Ali, se ha visto obligado a huir del país debido a la crisis política que el estado está atravesando desde el pasado 17 de diciembre.

Hablamos de un ex presidente elegido democráticamente, que repetía mandato legislatura tras legislatura y cuyos resultados electorales le concedían una amplia y clara victoria, con más del 90% de los votos a su favor. Pero al parecer, lo que no está tan claro es la fiabilidad de los resultados. Por un lado, el partido de la oposición ha declarado en numerosas ocasiones que los recuentos electorales eran fraudulentos. Por otro lado,  resulta difícil pensar que gran parte de la población diera apoyo a un dirigente que en más de veinte años de mandato no ha garantizado una vida digna al pueblo tunecino: pese a que se trata de un régimen democrático no había libertad individual ni de expresión, el paro ronda el 13% y el coste de vida es muy alto en relación a los reducidos salarios. En otras palabras, las condiciones de vida de las tunecinas y tunecinos  son muy precarias. 

Túnez es uno de los países más ricos de la pobre África, aparentemente aperturista al mundo y cuyo sector del turismo genera una gran tasa de empleo y beneficia enormemente al país. Pero el ex gobierno tunecino ha estado formado  por una oligárquica corrupta. Si a la difícil situación de vida de la población le sumamos  la corrupción política, no resulta complicado entender la crispación social.  
La peor parte la están viviendo los jóvenes, muchos de ellos con estudios superiores pero sin esperanza al no conseguir un empleo que más o menos vaya acorde con su formación. Fue precisamente éste el desencadenante de las protestas: después de que la policía requisara el carro donde llevaba fruta para vender, el joven licenciado Mohamed Bouaziz, decidió inmolarse fruto de la impotencia que sentía.  Las protestas consecuentes  intentaron ser silenciadas mediante la censura, el toque de queda y el estado de alarma, pero la dura represión policial, que ya se ha cobrado al menos 60 vidas, no hizo más que revelar la situación política y social de Túnez al mundo. Un claro ejemplo son las protestas que están llevando a cabo los israelíes contra su gobierno desde hace un día.

     "Tengo un sueño, Túnez libre". Así reza la pancarta de un manifestante contra el ex presidente
Ben Ali, en la ciudad de Túnez a fecha de el 14 de enero. El pais
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No pongo en duda la gravedad de la situación, y prueba de ello es la huida de Ben Ali. Un político que lleva 23 años en el poder no dimite así como así y de un día para otro. Pocos podían esperar su abandono del país cuando tan sólo un día antes, se refería a la población,en árabe dialectal, la lengua popular de los tunecinos y tunecinas,  para comunicarles que no optaría a la reelección en 2014, que volvía a restaurarse la libertad de prensa y que ordenaba a las fuerzas de seguridad no reprimir más a la población. Ayer, casi un mes después del inicio de las revueltas, la situación parecía apaciguarse: la población volvía  a salir a la calle, algunos para celebrar el comunicado del entonces presidente y otros para pedir su dimisión. En cuestión de tres horas, el orden dio un giro de 180º: la policía volvió a reprimir a los manifestantes y hacia las 18:30 se comunicaba la huida de Ben Ali. Se volvía a decretar el estado de emergencia (mediante el cual se suspenden algunos derechos constitucionales como la libertad de reunión y de tránsito), se cerraba el tráfico aéreo, el ejército tenía el control de la capital y se nombraba al presidente del parlamento, Fued Mebaza, presidente interino de Túnez. Mebaza prometió restablecer el orden en el país, formar un gobierno de coalición con la oposición y celebrar elecciones a la presidencia en un periodo máximo de 6 meses.

Algunas diplomacias europeas, como Alemania e Inglaterra, están trabajando para la evacuación de sus ciudadanos y el gobierno español, aunque en un principio comunicó que no lo haría, está replanteando la opción de traer de vuelta a la población española que se encuentre en el país. Por su parte, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, no ha dado asilo al ex presidente tuniciano, aunque lo cierto es que, hasta hace unos días, ambos mandatarios mantenían una buena relación.

En cuanto a la respuesta de pueblo, es difícil predecirla. Actualmente Túnez se encuentra en estado de excepción, por lo que no se puede apreciar del todo cuál es la situación. Por el momento, algunos protestantes han decidido salir a la calle pese a la restricción de los derechos constitucionales, es decir, pese a que las Fuerzas Armadas tienen “derecho” a disparar a quienes no cumplan el estado de emergencia. Pero estén o no en sus casas, estén asustando o no, las tunecinas y los tunecinos quieren despedir por fin a un férreo y caduco gobierno para empezar el complicado y anhelado camino hacia la democracia. 

Mientras tanto, Zine el Abidine Ben Ali, un presidente admirado durante sus primeros años de mandato y que ha acabado siendo tachado de tirano, y su familia se encuentran en Arabia Saudí. No puedo evitar formular una imagen en mi cabeza del mandatario, viviendo acomodadamente gracias al dinero corrupto que ha usurpado a un pueblo que ha estado y sigue estando, a pan y agua.

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